-¿¿Por dónde andas @BombitaDarin que no te leo ni veo hace mucho??
-@nely1649 Trabajando, por suerte…un abrazo
-@BombitaDarin ¡Nunca te va a faltar el trabajo porque sos el mejor del mundo mundial!

Parece un diálogo entre vecinos que se conocen hace tiempo, pero no lo es. Eso que se lee ahí arriba es un intercambio ligero en Twitter, que como el resto de las redes sociales se convirtió en uno de los mayores espacios de charla -virtual, sí, pero muchas veces amorosa, también-, y en donde en lugar del cara a cara existe una horizontalidad desconocida tiempo atrás; un trato directo que permite, por ejemplo, que una admiradora le hable a su actor favorito sin mediaciones y que él le responda agradecido, casi como si le diera un beso o un cálido apretón de manos con su respuesta. El mimo de Nélida es apenas una de las muestras de cariño y admiración que Ricardo Darín recibe cada día en sus cuentas, en las que postea poco pero responde mucho, un gesto inusual para una celebridad y para un tiempo en el que todos sentimos que falta eso, tiempo. En otras épocas existía una práctica de prensa habitual por la cual actores y las actrices autografiaban sus fotos para regalar en vivo o enviar por correo, un regalo soñado para los seguidores de las estrellas. Algunos iban más lejos en la capacidad de entrega: Mirtha Legrand contó varias veces que durante años cada tarde se sentaba impecable y a la misma hora en el jardín de su casa de Barrio Parque, que daba a las vías, para saludar a la gente que pasaba en el tren que iba a Mendoza. Hoy para eso están las selfies en la calle. Están las redes. Y está Darín.

Y está Darín, acá nomás. “Perdón la demora, pero estaba medio tecleando. Ahora estoy mejor”, dice una vez instalado en el estudio de Infobae, un día y varios analgésicos después de la cita original, que postergó por una gripe irrespetuosa de las campañas de prensa. Tiene la voz algo tomada y las pastillas de miel irán un par de veces del bolsillo a la boca durante la hora y algo que dura la nota.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Se sienta en el sillón desde el cual va a responder a las preguntas y se mira ligeramente en los monitores, con un gesto que no es ni ahí más obsesivo que el de cualquier mortal que tiene ante sí el espejo de un ascensor. Pasó por la peluquería en estos días y mientras se toca la cabeza dice que lo dejaron como a Hernán Blanco, el personaje de La cordillera, la película de Santiago Mitre.

“Parezco el presidente de La cordillera“, dice en voz alta. Dice y sonríe.

De cerca, conversando con él, es posible empezar a entender por qué Darín es Darín, dónde está la magia de esa permanencia, por qué lleva tantas décadas abrazado por el público que lo celebra en cada película, en cada entrevista pública, en la calle, en las redes.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Es una mirada, sí, son los ojos de Darín que se robaron Los Piojos para su letra y es también su sonrisa argentina; es el adolescente zumbón convertido en un segundo en un señor maduro de 62 años que lleva con él a todo el mundo la receta de ese encanto tan porteño que combina travesura y melancolía

En pocos días, más precisamente el 15 de agosto, esa voz que hoy se oye algo quebrada resonará en las salas de cine de todo el país porque, además de ser uno de los protagonistas, Darín es el narrador en off de La odisea de los giles, un filme de Sebastián Borensztein basado en una premiada novela de Eduardo Sacheri La noche de la usina que llega en un año duro en materia económica y agitado en términos sociales y políticos.

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Algunos tienen más espalda para bancar y para soportar la crisis y otros muchísima menos. Pero eso no significa que no nos esté pasando a todos.

Sostiene Darín.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

La historia de la película es una historia rural; su personaje es Fermín Perlassi, un ex jugador de fútbol de fama efímera quien, junto con su mujer (interpretada por Verónica Llinás) y su amigo Antonio Fontana (Luis Brandoni) se proponen recuperar una acopiadora de granos fundida y ponerla a trabajar como una manera de reactivar la economía del lugar y darle trabajo a la gente del pueblo. El proyecto incluye armar una cooperativa con personas de todas las clases sociales: cada uno pondrá en el negocio lo que quiere y puede. La idea es generosa y posible de llevar adelante y, de hecho, resulta exitosa en lo que tiene que ver con recaudar los fondos para comprar el negocio. Pero, claro, hay un detalle: todo esto ocurre en 2001, el Apocalipsis está por llevarnos puestos y los canallas de siempre están ahí, esperando que se haga la hora de caerle encima a la gente de bien, que para ellos son los giles de siempre…

— El argumento de La odisea de los giles tiene un escenario histórico, el del 2001: un escenario que todos conocimos bien. Allí aparecen cuestiones que tienen que ver con una crisis económica pero también con una crisis social y moral.
— Muy profunda, sí.

— Y en los actuales momentos de crisis más de uno ha llegado a ver similitudes o a anunciar espacios similares a aquellos. ¿Cómo lo ves? Digo: ¿cómo ves la Argentina de hoy en relación a lo que era?
— Dejando de lado las relaciones capciosas que se puedan hacer con el pasado; están -me parece a mí- los que pretenden un poco imprudentemente comparar una situación con la otra. Aunque sí puede haber puntos en común, yo creo que todo está en movimiento, entonces vamos aprendiendo. Creo que somos distintos. Creo, y en ese sentido tendríamos que tener un máster los argentinos, que si existe alguna posibilidad de que las crisis tengan un aspecto positivo es precisamente eso, la enseñanza. Y el temple. Esta cosa de, a pesar de atravesar temporales fuertes, no bajar la guardia; saber que difícilmente vayamos a encontrar la fórmula mágica de la solución inmediata y que, en gran medida, depende de cómo nos paremos frente a eso. Y, después, cómo veo a la Argentina hoy. No quiero guitarrear: me duele lo que nos duele a todos. Me duele que normalmente, entre comillas, que comúnmente, la gente menos preparada económica, socialmente y geográficamente para soportar crisis sea la que tiene que resistir y tiene que aguantar. Eso me duele mucho porque en el medio hay historias de vida muy pesadas de gente que sufre mucho. Y también creo que es un momento de confusión con respecto a un problema que tenemos nosotros que es la memoria.

-¿Cómo sería esto?
-Y, esto se enlaza un poco con recordar exactamente cómo pasamos aquella crisis y las anteriores, y las anteriores, y de qué forma van socavando un terreno que ya a esta altura deberíamos tener absolutamente abrochado. Porque ya es una cuestión de Estado, no de partidos políticos, no de tendencias, no de ideologías, es una cuestión de Estado. Tenemos un país que ofrece gran cantidad de posibilidades y por algún motivo extraño hemos hecho un camino inverso al aconsejable. Y a lo mejor la posible respuesta esté en que todavía seguimos discutiendo estupideces como que si la derecha y la izquierda, como si la centroizquierda o la centroderecha, o… Me parece que nos quedamos en una retórica anacrónica y no creo que eso nos venga bien, que nos sirva. Yo por lo menos ya llevo muchos años en esto de vivir en Argentina y ser argentino, y de tener este gran sueño que era que en algún momento todos mirábamos un poco para adelante y a pesar de diferencias o de estar en desacuerdo,podíamos estar mirando más o menos en la misma dirección. Ir discutiendo, pero mirar en la misma dirección.

Trailer de la película “La odisea de los giles”

— En la película hay algo de eso. En el sentido de que hay dos cuestiones que se comparten en aquellos que van en la misma dirección, aún en la diferencia: un sentido de justicia y la idea de honradez.
— Sí. Es algo que nos interesó mucho. Ese aspecto y otro que a mí en lo particular me pegó, me impactó muchísimo desde el primer día en que nos sentimos asombrados por la narrativa de Sacheri y que tiene que ver con la reunión de las distintas capas sociales. Y esto se enlaza un poco con lo que estaba tratando de decir recién, esta cosa de que cuando nos pasa lo mismo a todos desaparecen un poco esas líneas punteadas, esas fronteras que algunos se han esforzado tanto en trazar entre nosotros. Y esto que está pasando ahora nos está pasando a todos de la misma manera. Algunos tienen más espalda para bancarlo y para soportarlo y otros muchísima menos. Pero eso no significa que no nos esté pasando a todos. Entonces quién sabe a lo mejor las crisis podrían ser una buena oportunidad para tendernos una línea y agarrarnos de ella para ver si eso nos arrastra hacia adelante.

— ¿Y cómo se compatibiliza un mismo proyecto?
— Eso va a ser difícil, tampoco podemos ser infantiles. Porque es lindo decirlo y suena muy bien, pero es difícil tener un mismo proyecto o elegir cómo es el camino para un proyecto en común cuando hay diferencias considerables del modo, del cómo.

Tenemos un sentido bastante patriarcal de lo que es la política, siempre estuvimos esperando que venga alguien a salvarnos por algún otro que vino y creemos que nos hundió

— ¿Y de dónde pensás que tiene que venir esa idea?
— Siempre decimos que el ejemplo tendría que venir de arriba, ¿pero sabés qué pasa? Me empecé a pelear un poco con eso últimamente porque también es cierto que nosotros tenemos un sentido bastante patriarcal de lo que es la política, siempre estuvimos esperando que venga alguien a salvarnos por algún otro que vino y creemos que nos hundió. Siempre estamos hablando de una persona. Y eso es un grave error. Y creo que nos pasa porque estamos ávidos de que nos hablen de ideas, de proyectos, de planes. Entonces lo resumimos, lo sintetizamos…

— En figuras.
— En figuras. Creemos que Fulano es mejor que Mengano y que Fulano nos va a salvar. Y eso no es posible. Por eso es que, por contraposición, estoy pensando que depende cada vez más de cada uno de nosotros. Casi te diría que, si es cierto que los de arriba tienen que dar el ejemplo, nosotros tenemos que empujarlos a que nos lo den de una vez por todas.

— Eso es cuestión también de educación en el respeto al otro, en un punto, ¿no?
— Sí, sí, de educación, de idiosincrasia, de comunicación, de sinceridad, de transparencia, de buena leche.

— Claro.
— De decir, qué sé yo, yo soy medio gil en ese sentido -y no es por promocionar (risas)-, pero siempre recuerdo las épocas en las que decían “que se vayan todos”, como si eso fuera una solución, era en realidad una especie de clamor que intentaba sintetizar el fastidio, pero, primero que no existe físicamente la posibilidad de que se vayan todos, nos tendríamos que ir todos, con lo cual no estaríamos haciendo nada bien.

— O se quedarían algunos… 

— Claro, se quedarían algunos a revisar las arcas. Yo creo cada vez más que tenemos que ser nosotros, el mano a mano, el cara a cara, en la calle, en la vereda, en la esquina, en tu barrio con tus vecinos, con tus amigos, con los que no son tus amigos, frenando en las esquinas para que el peatón pase, como debe ser, por la senda peatonal. El día que yo vea que paro con el auto y que el peatón no sospecha de mí y que va a cruzar con tranquilidad haré fiuuuuu. Viste que hay como una gran incertidumbre: yo paro en todas las cebras, tiene que ser así, debe ser así. Y la gente se queda, te mira como diciendo: “Es una trampa”. Esa sospecha está instalada en nosotros culturalmente, es nuestra idiosincrasia. En ese sentido sí somos muy giles.

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Me sorprendió bastante la cantidad de cosas que sentí que aprendí de él

Sostiene Darín.

En “La odisea de los giles”, Ricardo y el Chino Darín son padre e hijo, como en la vida real.
En “La odisea de los giles”, Ricardo y el Chino Darín son padre e hijo, como en la vida real.

Dice esa frase amorosa cuando se le pregunta por su compañero de rodaje, su socio en la productora Kenya, su hijo, quien lleva su nombre como él lleva el de su propio padre. Tres Ricardo Darín, tres actores, tres modos de llevar una vida y la misma profesión. En la película que está por estrenarse, dos de los Ricardos trabajan juntos. El mayor de los tres murió en 1989, hace justo treinta años, cuando estaba por nacer su nieto, a quien todos llaman Chino.

— En la película te tocó hacer de padre de tu hijo, pero sos otra persona y él es otra persona. ¿Cómo es eso? ¿Cómo fue eso?
— Raro, raro. Pero en nuestro oficio todo es un poco raro, porque normalmente lo que te toca no es representarte a vos mismo, a pesar que algunos digan que yo no hago otra cosa que representarme a mí mismo… Pero en este caso concretamente se trata de recrear una relación entre dos tipos que no tienen mucho que ver con nosotros dos, por temperamento y por localización geográfica y contexto, pero paradójicamente lo que me pasó es que ingresé en esa zona un poco desprovisto de prejuicios, confiando no solo en mí en este caso sino en él, por cómo yo lo veo que viene trabajando y cómo encara sus trabajos y sus personajes, y me sorprendió la cantidad de cosas que sentí que aprendí de él y de la relación en el trabajo. Y todavía sigo sorprendiéndome. Los chicos están tanto más preparados que nosotros en muchos aspectos, tienen tanta más información y tienen unas procesadoras de información tanto más dinámicas que las nuestras que en muchos casos me siento mucho más hijo que padre. En muchos aspectos.

— ¿Los llamás porque por ejemplo no podés manejar la computadora? (risas)
— No, eso ni hablemos porque eso ya es un papelón. La cantidad de veces que mi hija me decía “no pasa nada papá, borras y no explota nada. Vos volvés atrás y lo hacés de nuevo.” Me acuerdo y me causa gracia.

— ¿Pero qué cosas sentís que te enseñan?
— No sé, hablo de cosas con respecto a la vida, cómo se debe ser. Tienen una honestidad moral e intelectual que me sorprende. No me sorprende, me hace sentir orgulloso, viste. Lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, esto está bien y esto está mal.

— Hijos que ya son adultos.
— Que son adultos, son adultos. Igual uno siempre los ve como si fueran patitos, pero son adultos.

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Aprendí desde muy pendejo, creo haber sentido o percibido algo de la sensibilidad femenina

Sostiene Darín.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Y responde preguntas sobre un tema sensible, en un tiempo sensible. No pierde la amabilidad pero por momentos muestra palabras, gestos, modos de alguien que teme una clase de ataque. Una actitud que -seamos justos- comparte con una gran mayoría de hombres grandes que por estos tiempos se sienten en el banquillo de los acusados cuando están seguros de que no debería tocarles ese lugar. De hecho, este hombre que ahora va a hablar de lo que muchos y muchas llaman la revolución de las mujeres, fue acusado de maltrato por algunas compañeras de trabajo. Y defendido con firmeza por otras.

— Recién al hablar de política dijiste “patriarcal”. ¿Cuándo empezaste a usar esa palabra?
— No, desde hace mucho.

— ¿Sí?
— Sí. A lo mejor es un poco injusta, porque ahora últimamente está muy manoseada, pero lo que pasa es que tiene un impacto de definición que otros términos no consiguen. A lo mejor la estoy utilizando, si es posible (dice marcando cada sílaba y con un gesto de comillas con los dedos manos mientras sonríe irónico), en el mejor de los sentidos del término, que es esta cosa que heredamos de nuestras educaciones y nuestra cultura de que el padre, la madre, esa cosa medio piramidal, ¿no? A eso me refería concretamente, no al análisis profundo que se está haciendo ahora de cuál es el alcance del patriarcado.

— Estamos viviendo lo que algunos llaman la revolución de las mujeres y otros llaman poner a las mujeres en el lugar que corresponde, mientras se cuestiona cierta masculinidad tradicional y hay acusaciones diversas. De hecho fuiste tiempo atrás protagonista de un episodio de esta naturaleza. Muchos hombres se sienten injustamente acusados. Es un momento de cambio importante.
— Muy controversial.

— Quería preguntarte si sentís que hay cosas en relación con las mujeres que en algún momento de tu vida hiciste y que hoy no volverías a hacer.
— Mirá, para serte absolutamente honesto, no. Yo me crié entre mujeres. Tenía mi grupo de amigos que eran mayores que yo, básicamente tres o cuatro años mayores, y después mi grupo de la cotidianeidad en mi barrio que estaba integrado por seis o siete chicas. Esto me valió en muchos momentos algunas cargadas y burlas y bullying de algunos de mis amigos un poco por envidia y otro poco porque era lo que en esa época ocurría. Y yo me crié entre mujeres, me crié con mi madre y con mi hermana, con mi abuela, con mis amigas. Aprendí desde muy pendejo, creo haber sentido o percibido algo de la sensibilidad femenina, que siempre está puesta en un lugar muy móvil y que ha sido muy utilizada, muy vapuleada también. Esto no significa que no haya podido cometer algún error eh, o muchos. Pero lo que sí estoy seguro, y por eso digo que no, revisando para atrás a conciencia, es que si hubo algo no fue deliberadamente y con intencionalidad. Es decir, “yo sé que esto te jode y te lo voy a hacer”, eso seguro que no. Seguro que no. Podés cometer un error, incluso podés estar agrediendo sin saberlo, podés estar haciéndole pasar un momento ingrato a alguien a quien no querrías hacérserlo y cuando revisas decís “puta, que tonto, no me di cuenta”. O sea, no me estoy tachando eso; eso me pudo haber pasado y me debe haber pasado. Pero a conciencia, no.

— ¿Pero sentís que este es un mejor momento para las mujeres? ¿Sentís que tu hija y quienes vengan pueden tener un mundo mejor?
— Yo siempre creo que tenemos la gran chance de que todo mejore. Tengo mis dudas con respecto a cuáles son las épocas o los pasos que se van a seguir. Creo que éste es un momento bisagra y como todo momento de transición es revolutivo y están pasando cosas raras, extrañas. Pero creo que si el precio que tenemos que pagar es vivir algunas situaciones incómodas o desagradables para que las cosas cambien a favor del universo femenino, bien pagado está. Porque si lo analizamos con un poco de honestidad, con una mano en el pecho, hombres, mujeres, gente adulta, mayor, venimos arrastrando no desde décadas, sino siglos, una postergación de la mujer en la sociedad por razones que por lo menos a mí me resultan muy sospechosas. Y si tomáramos ejemplos de distintos lugares del mundo que han atravesado crisis profundas, hablo de crisis profundas que te tiren una bomba en tu país y que desaparezcan 450.000 personas de un saque, y analizamos cuál es el comportamiento de las mujeres y de los hombres, en ese sentido vamos a encontrar que gran parte de la resurrección de esos países se debe a las mujeres. Entonces me parece que hay una gran injusticia cometida durante mucho tiempo y que deliberadamente responde a un plan: dejar a la mujer a un costado. Y lo hemos tomado con naturalidad. Es raro.

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Yo soy más cerebral, ella es mucho más valiente

Dice Darín.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

El hombre que asegura haberse asomado a la sensibilidad femenina desde muy chico vive hace mucho tiempo con la misma mujer, su esposa, la madre de sus dos hijos. En los últimos años la vida matrimonial es el eje de Escenas de la vida conyugal, la obra de teatro dirigida por Norma Aleandro que viaja por diferentes países de habla hispana y es uno de los puntos emotivos de la historia en la película que está por estrenarse, con la historia de amor de largo aliento entre su Fermín Perlassi y Lidia, una Verónica Llinás corajuda y conmovedora.

Seguimos hablando de mujeres. Y de la familia.

— En La odisea de los giles tu personaje tiene un matrimonio largo, de mucho tiempo. Hablabas de Flor recién. ¿Cómo vivís tener un matrimonio de tantos años?
— Yo lo vivo con sorpresa todos los días porque me parece que todo está en movimiento, uno cambia, tu pareja cambia, los dos juntos van cambiando, y uno tiene que ir aprendiendo todos los días de la mano de lo que te ofrece la vida, de lo que te va presentando, cómo convivir, cómo alimentar esa relación. En gran medida creo que se nutre mucho del trabajo que uno tiene que hacer con las intolerancias y las tolerancias, las negociaciones de los espacios, los tiempos, las decisiones. Esto probablemente para las parejas muy jóvenes suene un poco apocalíptico pero no quiero decirlo en esos términos. La realidad es que a partir del momento en que uno establece un vínculo con alguien tan férreamente, tan cercano, tan cotidiano, es innegable que aun en el mejor de los casos hay una negociación permanente de muchos términos, muchos ítems. Lo cual no está ni bien ni mal.

— Antes dijiste que sos grande, que viviste ya muchas cosas. Tu padre murió hace 30 años, tu madre murió hace mucho menos.
— Muy poco tiempo.

— Y te quedaste como el grande en la familia.
— Uhhhh, eso es rarísimo.

Darín y Florencia Bas, su esposa y madre de sus hijos.
Darín y Florencia Bas, su esposa y madre de sus hijos.

— ¿Cómo lo llevás?
— Lo llevo bien, porque por suerte tengo una relación con Flor, con mi mujer, en la que hablamos de casi todas estas cosas y siempre actuamos un poco como bálsamo del otro. Si vemos que el otro se está medio como cayendo en una cosa medio depresiva nuestro humor intrínseco nos rescata. Entonces tenemos un ángulo de enfoque o de análisis sobre este tipo de cosas que es bastante más positivo del que yo tendría si estuviera solo. Esta es la realidad. Ella es no sólo mucho más positiva sino mucho más valiente que yo. Yo soy más cerebral si se quiere o de darle muchas vueltas a las cosas. Ella es mucho más valiente. Y esa valentía, ese coraje, es el que nos empuja a nosotros como familia siempre, siempre. Ella está siempre detrás nuestro para enviarnos. Entonces esta cosa de quedar como el más grande… no solo mi madre y mi padre: fallecieron casi todos mis tíos, los hermanos de mi padre, los hermanos de mi madre. Y si tenemos en cuenta que yo fui el primer varón de la familia, quedé medio como, me da un poco de miedo decirlo, ¿lo puedo decir?: patriarca (risas). Pero la verdad que todavía no asumí, no me dieron ningún bastón de mando ni nada por el estilo, no me pusieron una cucarda, no me hicieron una fiestita ni nada, ni un pedazo de torta, así que me voy a seguir haciendo el gil todo lo que pueda. Hasta que vengan y me digan “hacete cargo”.

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Fletero, parrillero, modelo, boxeador. Actor no.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Darín también miente. O podría mentir. Imagina vidas posibles, se sale del molde, busca dejar de ser Darín aunque sea por un rato, alejarse de sí mismo o mejor dicho, reencontrarse. Puede ser en su casa, en un aeropuerto o en un mundo que no es éste.

— Imaginate que hay un mundo paralelo en donde no te conocen y tenés que ir a pedir trabajo, tenés que contar quién sos. Brevemente, porque no tienen tiempo. ¿Qué dirías?
— Mentiría. Mentiría.

— ¿Qué dirías, cómo lo dirías?
— Bueno, primero trataría de potenciar algunas semi virtudes que uno cree tener y que cotejadas con la realidad no son tan válidas. Pero… yo por ejemplo sería muy bien fletero, puedo transportar cosas de un lugar a otro con bastante solvencia. Me las rebusco muy bien con la parrilla, bastante bien te diría. Le he dado de comer a muchas personas en un mismo evento y me ha salido bastante bien. Algunos dicen que muy bien. Lamentablemente no los pude traer para que testifiquen. Y si tuviera la intención de abrirme camino por un rubro en el que, digamos, no he batallado muy bien deliberadamente mentiría pero así, en forma descarada. Bueno, para algo me tendría que servir haber tenido una profesión durante tanto tiempo.

— ¿No les dirías “soy actor y necesito trabajar”?
— Jamás, eso no se puede confesar así. No así. No se puede confesar. De hecho cada vez que me han pedido estos requisitos en algunos aeropuertos y demás, poner cuál es tu actividad, siempre estoy tentado de poner cualquier otra cosa.

— ¿Y qué ponés?
— Pongo modelo, he puesto boxeador, he puesto cosas rarísimas. Porque igual a nadie le importa, es ridículo que te pidan eso. Es tan ridículo como cuando te preguntan para ingresar a Estados Unido si tenés planeado asesinar al presidente de los Estados Unidos, sería genial responder: “bueno no, pero ahora que usted lo dice…”

Lautaro Murúa, Carlos Carella y Ernesto Bianco: los grandes referentes actorales de Darín
Lautaro Murúa, Carlos Carella y Ernesto Bianco: los grandes referentes actorales de Darín

— Leí que algunas veces, cuando te preguntaban por actores a los que admirabas, mencionabas a Carlos Carella, a Ernesto Bianco y a Lautaro Murúa. En el caso de Bianco, además, hiciste la comedia Mi cuñado que antes había hecho él con Osvaldo Miranda. ¿Qué te gustaba de esos actores? Porque la gente joven no los conoce…
— Qué pena. Qué gran pena. Miré, lo que pasa es que son actores muy distintos entre sí. Primero que tenían una vocación y un empuje, una creatividad y un talento inmenso, inmenso. Por ejemplo nombraste a Lautaro, yo me crié con la familia de Lautaro, con sus hijos y con su mujer. Lautaro Murúa, tenía una presencia avasallante. No había ninguna posibilidad que él estuviera por ejemplo en este recinto donde estamos ahora cerca de diez personas y que no estuviéramos todos mirándolo a él. Tenía una cabeza impresionante, por eso podía hacer personajes impactantes con mucha solvencia. Una forma de decir, una cosa impresionante. Carella fue uno de los tipos que a mí más me conmovió. Así de simple. Por muchas cosas, no solo como actor, como persona. Bianco probablemente haya sido el mejor comediante que yo pude ver. Yo le robé un par de cosas a él, he sido bastante ladrón en ese sentido.

— ¿A ver?
— Una vez haciendo Sugar, hace ya muchos años de esto, mi personaje era contrabajista y yo lo había visto a Bianco hacer una cosa en TV que me había causado mucha gracia y en realidad me di cuenta después de que se lo robé. Yo lo apliqué en el teatro y después dije: “yo creí que se me había ocurrido a mí y era de él”, y era que en vez de tocar las cuerdas, las lanzaba y hacía como que las tiraba al público (se entusiasma mientras lo cuenta y hace el gesto, como si tuviera ahí mismo el contrabajo). Y yo hice eso y me acuerdo que muchos me preguntaron “¿qué hacés con las cuerdas?”, no podía explicarlo. Y era algo que le había visto hacer a él en televisión.

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No hacer nada, nada, nada. Nada.

Eso quiere Darín, eso extraña. Tiempos en que entre película y película, proyecto y proyecto, se generaba un espacio sin compromisos ni obligaciones. Un momento en que la fama quedaba afuera de casa y él adentro, lo que le permitía acceder al grado cero de las acciones, de las palabras, de los verbos. Tiempo muerto que era, en realidad, un tiempo muy vivo para su mayor intimidad.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

— Siempre recuerdo una entrevista que leí en Satiricón, cuando era chica, por ahí te acordás. Era una entrevista con Susana Brunetti.
— Susana Brunetti… Vamos a ponernos de pie. (Se para y hace una reverencia).

— Y ella decía que se imaginaba retirándose a los 40. Y decía algo así como “me retiro, me quedo en ruleros, empiezo a engordar, a comer bombones y a ver televisión”. ¿Vos tenés fantasías así de “en algún momento termino con todo, dejo todo, me retiro y me quedo haciendo qué?
— No. ¿Sabés por qué? No es que no las tenga, a veces sí, de golpe un día te podés no sentir del todo bien entonces estás un poco más vago, pero yo entiendo perfectamente la declaración de ella en su momento, sobre todo una mujer de sus características, de su temperamento, con el nivel de exigencia que las chicas tuvieron históricamente con respecto al cuidado de su cuerpo porque si no las tachaban, desaparecían del mapa. Entonces claro, ella lo declara así, comerme todo, dejarme engordar: era un poco un síntoma de rebeldía contra el sistema. Y entendible por otra parte. Lo que ocurre es que yo, no ahora porque me conseguí unos trabajitos extra que no había pensado conseguirme (risas), pero en realidad cuando era todavía inteligente me había organizado para tener unos espacios de ocio pleno, absoluto, decir la nada misma, que para mí es altamente edificante porque es un reencuentro con uno mismo sin exigencias externas, sin tener que hacer lo que te dicen que tenés que hacer porque si no las cosas no funcionan. Me organizaba unos espacios para que las cosas no funcionen de ninguna manera.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

— Era como un retiro de la vida…
— Exactamente. Y además un descanso de mí mismo, es muy edificante y muy saludable.

— ¿Qué hacías, mirabas la tele, escuchabas música, dormías?
— No, la tele no, no, no. Nada, nada. O sea no hacer nada es no hacer nada. No hay que engañarse, no hay que hacer nada (risas). Bueno sí, por ahí me pegaba una ducha cada tres días. Me gusta mucho no hacer nada, me siento bien, me reencuentro mucho. Hace rato que no me pasa. Pero en algún momento me voy a encontrar con una porción de tiempo para no hacer nada.

— En la película tu personaje tiene un pasado futbolero del personaje, hay un dejo permanente de melancolía. ¿Qué pasa con vos? ¿Sos de los que piensan todo fue mejor o que todo puede ser mejor?
— No, yo creo que nada fue mejor antes. Creo que cuando decimos una cosa así generalmente estamos teniendo una mirada chiquitita y que se circunscribe a un hecho concreto, reciente, entonces eso nos hace viajar para atrás y pensar que antes fue mejor. Ahora, si viajamos con la cabeza 200 años atrás y pensamos cómo estaban dispuestas las sociedades y cuáles eran las herramientas y los elementos que cada ciudadano tenía al alcance de su mano para defenderse ante una injusticia veremos que hemos evolucionado mucho. Lo que pasa es que frente a la realidad y frente a la cantidad de barbaridades que vemos a diario pensamos que vamos mal.

— Ni siquiera te lo preguntaba en términos de la humanidad sino en términos más personales.
— Personales… Lo que sí extraño y sí me puedo poner melancólico tranquilamente, y de hecho lo hago, extraño mucho jugar al fútbol. No juego hace muchos años ya y la verdad que lo lamento profundamente. Porque me divertía mucho, me divierten mucho los deportes que son de grupo. Y lamentablemente por cuestiones físicas me dediqué más a deportes que son individuales como el tenis y el truco, y el ping-pong. Pero es muy gratificante, es muy saludable jugar al fútbol en buenos términos, sobre todo con amigos. Es un placer que extraño muchísimo. Ahora juego con la Playstation, porque me hace sentir que estoy sano.

— La última, y terminamos: ¿qué ve Darín cuando se ve al espejo? 
— Últimamente me veo bastante mayor. Bastante mayor. El tema de lo de las canas y los consejos que te dan, “¿Pero por qué no te sacas un poco de canas? Te verías mucho mejor”. Me da vergüenza ajena que me digan una cosa así. He pensado en pelarme definitivamente, o sea, rasurarme a ver qué pasa, pero van a volver a salir las canas con más fuerza como suele ocurrir. Pero, no, en serio, me veo bien. Lo que pasa es que estoy un poco cascoteado pero la piloteo con cierta hidalguía. Yo tengo mucha energía, cosa que heredé de mi vieja, mi vieja era un torbellino. Me veo bien.

BACKSTAGE DE LA ENTREVISTA CON RICARDO DARÍN:

 

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Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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