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¿Te apasiona tu trabajo? ¿Estás satisfecho en todos los aspectos de tu carrera profesional?

Si tu respuesta fue afirmativa, te felicito. Has logrado aquello que todos aspiramos a alcanzar, pero casi nunca vemos hacerse realidad.

En cuanto a quienes no estamos satisfechos en todos los aspectos de nuestra carrera profesional, no perdamos la esperanza: una de las razones por las que no hemos descubierto cuál es nuestra pasión es que cuando probamos algo nuevo, tendemos a darnos por vencidos muy pronto. ¿Por qué lo hacemos? Agárrate, porque es una verdad muy cruda: resulta que somos muy malos para casi todo cuando lo intentamos por primera vez.

En general, “los seres humanos suponemos que nuestras pasiones o intereses solo necesitan ser ‘encontrados’ o revelados. Además, creemos que al descubrirlos estarán desarrollados por completo”, explicó Paul O’Keefe, profesor adjunto de Psicología en el Yale-NUS College de Singapur. Por supuesto que esa es una tontería, advirtió.

“Según esa lógica, al dedicarnos a nuestra pasión, la motivación debería ser inagotable y la tarea debería parecernos relativamente sencilla”, señaló.

O’Keefe formó parte de un equipo que en 2018 publicó un estudio sobre los efectos de dos “teorías implícitas de los intereses” distintas en las actitudes con que las personas enfrentan posibles pasiones nuevas. Una de ellas, designada teoría fija, sostiene que nuestros intereses son relativamente fijos e inmutables, mientras que la otra, llamada teoría del crecimiento, sugiere que nuestros intereses se desarrollan con el paso del tiempo y como regla general no son connaturales a nuestra personalidad.

En otras palabras: ¿debemos encontrar nuestras pasiones o desarrollarlas con el paso del tiempo? (Quizá se imaginen qué rumbo tomará esta reflexión).

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Estos investigadores descubrieron que quienes adoptan la teoría fija parecen sentir menos atracción hacia actividades distintas de sus intereses actuales, tienen menos probabilidades de prever qué dificultades enfrentarán al explorar intereses nuevos y pierden el interés en actividades nuevas mucho más rápido que quienes se adhieren a la teoría del crecimiento. En esencia, quienes tienen una mentalidad orientada al crecimiento tienden a creer que es posible desarrollar intereses y pasiones si se les dedica suficiente tiempo y esfuerzo y se hace la inversión necesaria.

“Todo se reduce a las expectativas que tenemos al perseguir una pasión”, indicó O’Keefe. “Quien tiene una serie de intereses y adopta una mentalidad fija con respecto a ellos quizá comience a explorarlos con mucho entusiasmo, pero este irá disminuyendo si enfrenta demasiados retos o la labor le resulta pesada”.

Si solo nos mueve la pasión, esta no nos bastará para sortear las dificultades, explicó, cuando de verdad sea importante superar los retos.

Sunny Verma, fundador del servicio de clases particulares TutorBright, comentó que, si “el deseo motiva tus acciones y estas, a su vez, coinciden con tus creencias, entonces puedes empezar a ver grandes resultados”.

Añadió: “Si por naturaleza no somos buenos para algo, es muy fácil ponernos una etiqueta y convencernos de que sencillamente no servimos para eso. Si conservamos esta mentalidad de impotencia aprendida hasta nuestra edad adulta, cuando no conseguimos algo al primer o segundo intento, creemos que es mejor claudicar”.

Así que tendemos a internalizar ese miedo intenso de ser terribles para algo y no poder hacerlo, y ese miedo nos impide disfrutar las dificultades y batallas por lo que son en realidad: elementos necesarios y sanos de cualquier proceso de crecimiento para alcanzar el éxito. Según Verma, nos falta hacer hincapié en técnicas psicológicas positivas, como afirmaciones y estímulos.

Un buen ejemplo es cuando los niños pequeños aprenden a caminar. Les cuesta trabajo descubrir la fuerza de sus piernas y evitar tropezarse después de unos cuantos pasos, pero los padres los alientan, en vez de concentrarse en los fracasos. Si bien no somos niños torpes, el punto es que muchos de nosotros pocas veces nos permitimos experimentar esa positividad y darnos ánimos en las tareas que emprendemos más adelante en nuestra vida.

Un paso importante para cambiar nuestro enfoque con respecto a posibles pasiones nuevas es redefinir el fracaso como el catalizador para cambiar y mejorar, en vez de considerarlo nuestro destino final. Cuando observes a personas exitosas que admiras, estúdialas no solo por sus victorias y logros; también fíjate cómo superaron momentos difíciles, cómo aprendieron e hicieron cambios después de sufrir algún fracaso (en este enlace puedes encontrar más recomendaciones para aprender de tus errores). Además, cuando explores pasiones nuevas, recuerda que el proceso en sí mismo, así como los pasos que debes tomar, son tan importantes como la meta final. Modera tus expectativas e incluye dentro de tu plan la posibilidad de sufrir derrotas; también aprende a reconocer y celebrar pequeños triunfos a lo largo del camino.

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Por supuesto, también es importante saber cuándo claudicar. Si tienes problemas para decidir si debes tirar la toalla o perseverar, O’Keefe sugiere que te preguntes: ¿lo estoy disfrutando? ¿Es importante para mí llegar a hacerlo bien? ¿Esas habilidades son útiles para mí?

Si comprendes que el proceso “es la naturaleza de desarrollar intereses y pasiones, lo más probable es que no invalide tu sensación de que esa actividad es tu pasión”, asevera O’Keefe.

Stephanie Lee es una escritora radicada en Los Ángeles que da clases de redacción y aborda temas como el emprendimiento, el desarrollo personal y el estado físico.

* Copyright: 2019 The New York Times News Service

Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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