Facundo Manes lanza un nuevo libro: “Decir presente, hacer futuro (Discovery)
Facundo Manes lanza un nuevo libro: “Decir presente, hacer futuro (Discovery)

Decir presente, hacer futuro es un libro-brújula; un trabajo en el que el prestigioso neurocientífico Facundo Manes traza las coordenadas que delimitan un territorio fértil en el que es posible crecer y avanzar más allá de las individualidades para apostar por el bienestar general.

Para lograrlo, aclara Manes, es imprescindible un nuevo clima de época que esté ligado al valor transformador que tiene el conocimiento. Un camino que
deje atrás el modelo de una sociedad que reacciona a la mera coyuntura, que improvisa o que prueba recetas ajenas sin considerar la propia realidad. Un rumbo nuevo que deje de lado este estado de crisis permanente que fagocita a generaciones enteras de argentinos.

Ciencia y educación, tecnología y producción: una imprescindible revolución que nos permita escapar de esa trampa de un destino de crisis que más de una vez se nos aparece como inevitable, algo que en su nuevo libro Manes -certero en su análisis sobre el presente, lúcido en su
propuesta sobre el futuro- promueve como el único motor capaz de poner en movimiento el proyecto de un país que todos nos merecemos: una Argentina en marcha.

A continuación, un extracto de Decir presente, hacer futuro compartido en exclusiva con Infobae:

Gentileza Planeta
Gentileza Planeta

Una nación puede pensarse de mil maneras. Por ejemplo, como símbolo en medio de la efervescencia de un mundial o limitarla a la idea de un territorio al observar un planisferio. Otra manera de pensarla es como comunidad. Si fuese así, no podría convivir la idea de nación cuando existe una fragmentación producida por abismos sociales o por odios de unos contra otros. No puede haber nación cuando las partes que la integran están enfrentadas todo el tiempo.

Algunos dicen que, en términos electorales, la pelea es buena e, incluso, puede llegar a ser una estrategia astuta. ¿Quién puede saberlo a ciencia cierta? Pero sí que en ningún caso sirve para mejorar la situación de millones de personas, sobre todo de quienes más necesitan atención, acompañamiento, comprensión de los demás; por el contrario, la empeora. No hay comunidad sin tener en cuenta el bien común. Como sabemos, la empatía es una respuesta afectiva hacia otras personas que puede requerir compartir su estado emocional o no. Por eso, implica la capacidad cognitiva de comprender el estado de los otros y regular la propia respuesta emocional.

Para que una comunidad se entienda como tal y se desarrolle es necesario estimular la empatía, porque los seres humanos somos básicamente seres sociales. No se trata de que todos debamos pensar y opinar de igual modo. Se trata de saber que el otro puede pensar distinto, comprenderlo y hasta sentirlo. Cuanto más se desarrolle esta capacidad, más se podrá respetar las creencias de los otros cuando no coinciden con las propias y hasta aprender de ellas.

Las comunidades también necesitan de propósitos. Propósitos que estimulen a los miembros de aquellas a actuar en armonía y con un destino común, que no pueden estar guiados ni por la mezquindad ni por el miedo. La mezquindad es el fruto privilegiado de la inmoralidad, pero también es la semilla de la condena futura. No vale la pena abundar en ejemplos históricos ni de nuestro país ni del mundo para darnos cuenta de eso.

En esta obra, Facundo Manes traza las coordenadas que delimitan un territorio fértil en el que es posible crecer y avanzar más allá de las individualidades para apostar por el bienestar general (Ale López)
En esta obra, Facundo Manes traza las coordenadas que delimitan un territorio fértil en el que es posible crecer y avanzar más allá de las individualidades para apostar por el bienestar general (Ale López)

El miedo tampoco puede ser la guía. Es una emoción muy efectiva para el control social: el miedo a quedarse sin trabajo hace agachar la cabeza al trabajador; el miedo a ser perseguido hace al ciudadano resignarse frente al atropello del poderoso; el miedo a perder lo poco que se tiene no hace a uno ir por más; el miedo al otro hace a uno incomprensivo y torpe, poco sagaz, poco desafiante.

Frente a la estrategia de la mezquindad y del miedo está la política de la cooperación. En las grandes sociedades como las que nos toca vivir, la cooperación puede ser directa, como aquel que ayuda dándole pan al que tiene hambre, o mediada, a través de las instituciones. Sobre todo para esta última cuestión, a la cooperación hay que ayudarla organizando el Estado eficazmente, generando infraestructura y empleo, promoviendo la educación pública y el desarrollo científico y tecnológico para el presente y el futuro de todos.

Justamente, cuando a alguien se le ocurre hablar del presente y del futuro, muchas veces existen críticos que los plantean como falsa dicotomía. Sostienen que se piensa el porvenir solo cuando se encuentra resuelto el presente o viceversa. Tantos unos como otros deben darse cuenta de que el presente está preñado de futuro. Porque no tiene futuro una comunidad que no cuenta con un sistema de salud pública eficiente. Tampoco si no protege a sus personas mayores. No tiene futuro si condena a la indigencia a familias enteras que crecieron sin conocer lo que es el trabajo digno, ni un salario en blanco y que le alcance todo el mes. Porque cuando la comunidad desprotege a un niño, lo que está haciendo es vedándole el presente y arrebatándole el futuro a quien necesita como nadie de los demás.

Cuando miramos la historia de las naciones, nos damos cuenta de que aquellos proyectos más provechosos son los que supieron ver más allá de su puñadito de intereses personales y de su tiempo inmediato, y así trascender. Y si hablamos de nosotros mismos, no podemos darnos el lujo de tirar por la borda tantos proyectos y tanto esfuerzo de tantos argentinos que fueron solidarios y no tuvieron miopía de futuro. Somos una nación que se reconoce en sus símbolos y en sus fronteras. Ojalá que también logremos reconocernos como comunidad.

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Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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