(Télam)
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“Relato” en la Argentina se convirtió en mala palabra. Desde que el kirchnerismo empezó a fraguar las estadísticas del INDEC. Una herramienta de comunicación muy usada en el marketing político en todo el mundo pasó a ser casi un insulto en Argentina: “La década ganada”, “les dejo un país cómodo”, “tenemos menos pobres que Alemania”, fueron algunas de las frases que hicieron del “relato” un cuento chino.

Quizás por eso en el marketing del asesor ecuatoriano del presidente Mauricio Macri, Jaime Durán Barba, y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, desterraron esa herramienta, a pesar de que en los primeros meses de la administración Macri, muchos expertos en comunicación advirtieron que sería un grave error: no hubo un “mito de gobierno”, como prefiere llamarlo el gurú argentino de la comunicación política Mario Riorda, y esa falencia conspiró contra las posibilidades de encarar profundas reformas.

El gobierno saliente tomó la decisión en diciembre de 2015 de minimizar la “herencia recibida” para no poner a la opinión pública de mal humor y -fundamentalmente- no asustar a los prestamistas dispuestos a financiar al gobierno de Cambiemos una vez resuelto el default con los hold outs.

Y una vez que no se pudo mostrar la herencia con dramatismo, tampoco se les podía reclamar a la sociedad y a la política grandes innovaciones para cambiar.

¿Para qué cambiar, si no estábamos tan mal?

Pero para sorpresa de los mismos expertos, ahora que el gobierno de Macri deja el poder, apuesta a irse con una suerte de “relato tardío”: el de que su gestión fue buena.

El jefe de Gabinete y el ministro de Economía, Hernán Lacunza, están elaborando un documento para dejar asentados los logros económicos, porque deben intuir que el relato que instalará el nuevo gobierno con “la herencia M” será implacable.

Y la pregunta de cajón: ¿No será demasiado tarde para instalar un relato ahora?

Lo más probable es que ese documento corra la misma suerte que El estado del estado: ese compilado de herencias que mostraba muchos árboles, pero no el bosque de estado absolutamente infinanciable que dejó el kirchnerismo. Es un documento digital que para encontrarlo hay que ser un hacker.

Además de ser un ejercicio inútil, probablemente el relato tardío sea además una mala idea para la Argentina y sus posibilidades de -algún día- encarar las reformas que necesita para convertirse en un país normal.

Pero incluso puede ser contraproducente para las intenciones del presidente saliente de liderar la oposición: a todas luces las exitosas marchas proselitistas de la campaña electoral -algunas de dimensiones épicas- tenían como finalidad confirmar a Macri como líder indiscutible de la oposición, a pesar de su derrota.

Pero para la Argentina sería mucho mejor negocio que el presidente saliente explicara que entendió en qué se equivocó en su estrategia de gestión y management político para que la economía termine nuevamente en una grave crisis de inflación, default, recesión e inestabilidad.

Por más que nadie discuta que la crisis se agravó con el triunfo del kirchnerismo desde las primarias de agosto -por la enorme incertidumbre que se generó en torno a los planes de gobierno del presidente electo, Alberto Fernández, y las dudas de qué injerencia tendrá en el Poder Ejecutivo la vicepresidenta Cristina Kirchner- el kirchnerismo vuelve porque el macrismo fracasó y dejó al país en una crisis más grave que la que recibió: no pudo resolver los grandes problemas estructurales que generan su inflación e inestabilidad crónicas.

(Reuters)
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Por cadena nacional, conferencia de prensa, conversando con un periodista con el que se sienta cómodo o escribiendo un libro: la Argentina y el propio presidente saliente harían mejor negocio aprovechando los últimos 15 minutos de influencia para dejar instalada la necesidad de encarar las reformas estructurales pendientes que no supo, no pudo o no quiso hacer Macri.

Le serviría incluso al presidente entrante que esté instalada en la opinión pública la imperiosa necesidad de que baje el gasto público, de que sea más fácil y menos riesgoso para los privados contratar empleados y que la carga impositiva no espante cualquier intento de invertir en la Argentina.

Además, si el kirchnerismo también fracasa otra vez, Macri podría presentarse como un verdadero “graduado”, que luego de ser bochado varias veces, finalmente se recibió, y los argentinos podrían querer aprovechar su sabiduría.

Alan García, en Perú, regresó luego de sumir a su país en la hiperinflación, gracias a que pudo mostrar al electorado su madurez tardía. Su segundo gobierno fue muy exitoso económicamente.

Lo más probable es que el kirchnerismo rápidamente desempolve su viejo relato de que otra vez la culpa del fracaso económico de la Argentina la tuvo el “neoliberalismo” y que -por ende- ahora se precisa más Estado, más impuestos y más regulaciones.

Y justamente si hay algo que prácticamente no hizo (porque no quiso o no supo o lo intentó vanamente) el gobierno de Macri es achicar el Estado y desregular la economía para destrabar el sector privado: más bien todo lo contrario al liberalismo.

Pero el relato tardío puede conspirar contra las propias aspiraciones de Macri de mantenerse como líder indiscutido de la oposición. Basta recordar cómo el relato K al que la ex presidente Kirchner se aferró hasta el último día (país cómodo, década ganada, menos pobres que Alemania) solo sirvió para obstruir la unificación del peronismo. La ex presidente solo pudo volver al poder cuando Macri terminó fracasando en su gestión económica. Y aun así solo lo logró corriéndose al rol de vicepresidenta, con Alberto Fernández, un crítico de su gestión, como candidato a presidente.

Si Macri insiste en que su gestión fue buena y solo “pasaron cosas” o “fuimos demasiado optimistas con las metas de inflación” o “fue culpa de la sequía” o “el aumento de las tasas de la Reserva Federal”, y logra mantenerse al frente de la oposición, solo le hará un favor al peronismo.

Fuente: Infobae Fecha:

Categorías: Noticias

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