El debate sobre la pobreza en nuestro país nunca ha dejado de tener protagonismo en los medios y en la sociedad.

La pobreza alcanzó valores muy elevados en 2002 por la inflación del 42%, la gran devaluación y la recesión. Luego, durante los años presididos por Néstor Kirchner, se redujo de modo sustantivo. ¿Por qué ocurrió esto? Básicamente por la enorme expansión del PIB durante esa etapa basada en el rebote cíclico, el precio de la soja y la prudencia de Lavagna. A partir de entonces, la pobreza está estancada en cerca del 30 por ciento.

El límite lo establece la línea de ingreso que permite a una familia tipo comprar una canasta de bienes y servicios con un valor de 25 mil pesos. Aclaremos que la canasta básica alimentaria define como indigentes a aquellos que no llegan a este nivel y son pobres críticos. Representan un subconjunto de los hogares pobres.

Existe una cantidad importante de indicadores complementarios como la pobreza subjetiva, la vulnerabilidad social y la pobreza multidimensional, que complementan la medición oficial del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) que emplea como metodología la línea de ingreso.

Benedicto XVI supo decir que la pobreza es en Argentina un “verdadero escándalo”. Con todo respeto, comprendemos que haya pobreza en Haití o en Burundi, pero no en Argentina, que cuenta con el espacio para producción de alimentos más destacado del mundo junto con el corn belt de Estados Unidos, la pradera de Ucrania y Brasil.

La pobreza ha aumentado por la inflación entre 20% y 50% anual que se instaló hace varios años y por la recesión-estancamiento del segundo gobierno de Cristina Kirchner y el de Mauricio Macri. Se modera, por otro lado, por los planes sociales, como es el caso de la asignación universal por hijo. Es un lugar común que la población en villas de emergencia ha crecido y mucho desde los 90. En Capital Federal, en particular, este aumento ha sido muy importante. Su crecimiento se asocia también, como es lógico, a una mayor inseguridad ciudadana.

Como dice Drucker: “Es un fenómeno de naturaleza cultural y por eso es relevante romper el círculo perverso de la falta de educación y salud”. La pobreza, por otra parte, como dice Abel Albino, fundador de Conin: “No es solo de ingresos, es de proyectos, de vida, de horizontes y de afectos”.

Si bien está instalada en los grandes cordones urbanos como el Gran Buenos Aires, Gran Córdoba y Gran Rosario, la pobreza es muy fuerte en el noreste y el noroeste argentino. Muchas veces los dirigentes políticos lucran con ella porque les es funcional para crecer en sus proyectos de naturaleza feudal.

Nuestro país cuanta con muchos expertos en el tema con excelentes diagnósticos como Altimir, Becaria, Gasparini, Lindemboin, Kliksberg, Salvia, Amadeo, entre otros. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA es una iniciativa valiosa de enfoque multidisciplinario, apoyada en su momento por Jorge Bergoglio, para entender a fondo la naturaleza del problema.

El macrismo termina su gestión fracasando en el mandato autoimpuesto de cumplir con la bandera de equidad social. No funcionó el derrame de crecimiento porque no lo hubo. No se pudo destruir la vulnerabilidad social, sigue la exclusión. Hay votos en esas franjas de pobreza que son funcionales al populismo. Se empeoró la pobreza y la distribución. El coeficiente de Gini sigue alto, mostrando inequidad.

La pobreza bajará con crecimiento como condición necesaria pero no suficiente a mediano plazo. No alcanza con crecer, también hay que educar, entre otras cuestiones. El acceso a cloacas, gas y agua potable es un punto básico.

Fue una falta moral del kirchnerismo, en su momento, señalar que la pobreza era solo del 5 por ciento. Y también habla mal de una sociedad que, ante estas expresiones desde la cabeza del poder, no reacciona con mayor madurez ciudadana.

En definitiva, la pobreza se resolverá con mayor empleo privado formal e informal. Los puestos de trabajo informales son precarios. El trabajo decente es el centro de la cuestión social. Llegar al 2023 con un 20% de hogares pobres es un desafío ambicioso pero posible para la próxima administración.

El autor es director del Área Economía del IAE Business School de la Universidad Austral.

Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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