Un hombre camina delante de un logo de 5G en Mónaco (REUTERS/Eric Gaillard)
Un hombre camina delante de un logo de 5G en Mónaco (REUTERS/Eric Gaillard) (Eric Gaillard/)

No existe ninguna duda acerca de la relevancia crítica que tiene en la actualidad el sector de telecomunicaciones para el desarrollo y la innovación en productos, servicios y procesos en el conjunto de las industrias y en la sociedad en general.

Particularmente la tecnología de comunicaciones móviles es crucial para la mayor o menor competitividad que detenten las diferentes economías, ya que forma parte de los procesos más avanzados tanto en la industria como en las empresas de servicios. Más aún, desde la visión ciudadana, contribuye a mejorar la manera de brindar los servicios públicos, mejorando la performance de las prestaciones de salud, de educación, de seguridad y de defensa.

La nueva tecnología 5G de comunicaciones móviles está en el centro de las disputas entre Estados Unidos y China, no sólo por las razones comerciales que trae consigo el despliegue de las nuevas redes (ganar nuevos mercados para firmas propias proveedoras de equipamiento) sino por cuestiones primordialmente geopolíticas: la geopolítica de la tecnología.

Desde el flanco occidental, se pueden considerar a las compañías europeas Nokia y Ericsson más la surcoreana Samsung como las más cercanas a (y con el apoyo de) Estados Unidos a la hora de avanzar sobre los diferentes mercados

Ocurre que en un escenario de aparente y muy probable evolución de la calidad de vida por causa del uso del 5G (Internet de las Cosas, coches autónomos, ciudades inteligentes, etc) se presenta subyacente la inquietud sobre el “control del sistema”: quien tenga el dominio de la red tendrá la capacidad de manejar los datos que por ella se transporten.

El conocimiento tecnológico embebido en los servicios de telecomunicaciones es de restringido acceso, y en 5G puntualmente China lleva la delantera, relegando a Estados Unidos a un segundo plano. Las firmas chinas Huawei y ZTE actualmente, tanto por calidad en las prestaciones brindadas como por los menores precios relativos, lideran los despliegues de redes 5G. Mientras tanto desde el flanco occidental, se pueden considerar a las compañías europeas Nokia y Ericsson más la surcoreana Samsung como las más cercanas a (y con el apoyo de) Estados Unidos a la hora de avanzar sobre los diferentes mercados.

En tal sentido, Washington hace especial hincapié en su seguridad nacional y la de sus aliados, mostrándose muy preocupado y realizando fuertes apelaciones a la posibilidad de espionaje por parte de China a través de los backdoors del equipamiento de telecomunicaciones. La Casa Blanca insiste a sus socios OTAN que veden la entrada de los chinos en el negocio de despliegue de redes de 5G y aconseja el uso de tecnología occidental.

En un escenario de aparente y muy probable evolución de la calidad de vida por causa del uso del 5G (Internet de las Cosas, coches autónomos, ciudades inteligentes, etc) se presenta subyacente la inquietud sobre el control del sistema

Los distintos países, dependiendo de estos pocos players propietarios de la tecnología para poder ofertar y mejorar sus procesos a partir del 5G, deben decidir si contratan a las firmas chinas o a las occidentales. En el primer caso (comprar chino) se posicionarían prontamente en la carrera por ser más competitivos, mientras que en el caso de comprar equipamiento “occidental” estarían optando por retrasar el catch up tecnológico a cambio de una mayor seguridad en sus redes, siempre considerando la mirada norteamericana sobre el asunto.

Así, en esta disyuntiva se encuentra toda Europa: Estados Unidos habla de sanciones para los países que abran sus mercados a Huawei. Alemania, Francia, Hungría, Portugal y Gran Bretaña, entre otros, ya han sido advertidos.

El caso británico es paradigmático ya que coincide la reciente aprobación de la Cámara de los Comunes para efectivizar el Brexit con las presiones que sufren desde la Casa Blanca para que el gigante chino no participe en el despliegue de redes en el Reino Unido. No existen dudas de que, ya separados de Europa, Londres necesitará mucho más de Washington.

Será crítico para el Estado estar convenientemente preparado para afrontar el advenimiento de esta nueva y disruptiva tecnología que será la base sobre la cual correrá toda la información (telefonía, datos) generada por el sistema

Matt Pottinger, asesor adjunto de Seguridad Nacional de EEUU, presentó un dossier incendiario exhibiendo nuevas pruebas de los riesgos de seguridad que acarrea confiar en la tecnología Huawei para las futuras redes telefónicas.

La decisión británica de “que hacer con Huawei” ya venía demorada por las recientes elecciones. Actualmente, con Boris Johnson confirmado como primer ministro y considerando los costos que acarreará, debería hacerse efectiva,. De ninguna manera será gratuita: se estima un costo potencial por deshacerse de Huawei de USD 8,8 mil millones, y un importante perjuicio general para toda la economía británica si se retarda el desarrollo de las redes 5G.

Este tipo de sucesos alcanzarán más temprano que tarde a nuestro país. Se deberá entonces tomar una decisión con respecto al origen de la tecnología a utilizar. Las presiones que conlleve el proceso de toma de decisiones serán posiblemente del mismo tenor a las que sufren en Europa.

De acuerdo con el escenario descripto, será crítico para el Estado estar convenientemente preparado para afrontar el advenimiento de esta nueva y disruptiva tecnología que será la base sobre la cual correrá toda la información (telefonía, datos) generada por el sistema. Así, en la medida de lo posible, deberían pensarse que tipos de trade off puede Argentina llevar adelante con los proveedores de tecnología y que tipos de relaciones se pueden promover con las potencias tecnológicas. Es necesario contemplar que estos vínculos deberán ser de larga duración, de forma tal de asegurar un servicio de telecomunicaciones estable y eficiente en el tiempo.

En definitiva, el desafío global que plantea la nueva tecnología de comunicación móvil es geopolítico, estratégico y de largo plazo. Desde lo estrictamente nacional, será necesario estar a la altura de las circunstancias.

El autor es Analista de Relaciones Económicas Internacionales, tecnología y geopolítica. Es director de ESPADE

Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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