Boris Johnson (Reuters)
Boris Johnson (Reuters)

El Brexit será “duro”, de acuerdo a lo prometido por el nuevo primer ministro del Reino Unido, el conservador Boris Johnson. Esto quiere decir que no se hablará del monto que Inglaterra debe pagar por el divorcio con la Unión Europea y se actuará sin dilaciones. Sin duda la movida representará pérdidas millonarias, especialmente para los países del viejo continente que comercian con la isla que “deja de pertenecer”. Y viceversa. Los perjuicios son imposibles de medir en estos primeros pasos.

Los grandes líderes de la década del cuarenta se moverán de indignación en sus tumbas. Fueron las alianzas continentales y los estrechos lazos lo que les permitieron ganar la Segunda Guerra Mundial.

Londres desaparecerá como el principal centro financiero del mundo y sólo le quedará como interlocutor y socio económico los Estados Unidos. Allí no termina la cuestión: gran cantidad de empresas se mudarán a Europa; habrá una importantísima migración de técnicos y especialistas que en estos momentos y desde hace años están radicados y trabajan en Inglaterra. Un drenaje nunca visto.

Londres desaparecerá como el principal centro financiero del mundo y sólo le quedará como interlocutor y socio económico los Estados Unidos

El movimiento independentista tiene sus años. Le dio forma otro premier conservador, David Cameron (creyendo que la iniciativa perdería votos), y cuando llegó la elección que definiría los pasos a seguir ganaron los separatistas, en general ciudadanos mayores de 50 años y los habitantes de las zonas rurales. Perdieron los jóvenes y gran parte de los habitantes urbanos.

El Brexit, que tiene todas las características de un suicidio económico, surge como una propuesta de extremo nacionalismo. Sigue así con las características de otras movidas nacionalistas que le están dando un gran dolor de cabeza a Bruselas y a los ciudadanos que bregaban por una Europa unida, donde el comercio y el intercambio evitaría la repetición de las guerras del siglo veinte que diezmaron ciudades y se devoraron millones de soldados y civiles.

Entre las movidas nacionalistas figura la de Viktor Orbán, el conductor de Hungría que decide por su cuenta, que habla, como antaño, de otra confabulación judía y por ello ataca a George Soros, nacido en Hungría, de familia castigada en su momento por los nazis. Soros está financiando una de las principales universidades del mundo en Budapest y eso perturba al autoritario mandatario, acusado de adoptar decisiones fascistas.

El húngaro Viktor Orban (Reuters)
El húngaro Viktor Orban (Reuters)

Otro grupo que sigue el mismo camino es la agrupación Ley Justicia, que está dominando Polonia y se resiste a aplicar algunos mandatos de la Unión Europea. El caso de Mateo Salvini, dirigente de la Liga del Norte, en Italia, que cogobierna la península con el movimiento Cinco Estrellas es otro caso grave, sumado el hecho de que el país se debate en una crisis financiera y económica seria y multimillonaria (sólo los bancos italianos son deudores de 500.000 millones de euros y pueden ir a la quiebra).

Varias de las incorporaciones nuevas al Mercado Común y de naciones que antes pertenecían a la órbita comunista van por el mismo camino del húngaro Orbán, quien se ha encargado de desmantelar las instituciones liberales de su país.

Toda esta nueva política de división y de tendencia separatista está alimentada por Steve Bannon, el jefe de la campaña electoral de Donald Trump, que tiene excelentes relaciones con la francesa Marie Le Pen, entre otros dirigentes y participa de conferencias y habla en distintos auditorios europeos como invitado especial.

Steve Bannon
Steve Bannon

El enfoque de Bannon es dividir, fragmentar el mundo, combatir las instituciones liberales democráticas para que surja una nueva sociedad, a favor de intereses oscuros.

Fuera de Europa, dos proyectos ultranacionalistas generan problemas internacionales a diario. Uno es la India, manejada por el movimiento Hindutva, que se inventó su propio relato mítico del pasado indio, en el que sólo tiene cabida una nación hindú “pura”. Este movimiento está ligado a un partido hindú de ultraderecha, el RSS, de cuyas filas surgió el asesino de Mahatma Gandhi. India eligió otra vez a Narendra Modi como primer ministro y en las últimas horas Modi ha vuelto a recrear una tirantez con la musulmana Pakistán por la posesión de Cachemira, territorio de connotaciones místicas en la frontera entre los dos países. Tanto la India como Pakistán cuentan con arsenales atómicos.

Recep Erdogan (EFE)
Recep Erdogan (EFE)

Otra propuesta nacionalista extrema y religiosa es la de Turquía, con un gobierno dirigido por Recep Tayyip Erdogan. La primera medida que tomó después del frustrado golpe de estado contra él, en 2016, fue despedir a más de 5.000 decanos y académicos de sus puestos en las universidades, acusados de tener opiniones prodemocráticas y en algunos casos de izquierda. Erdogan ordenó proteger los “valores nacionales y morales”, en vez de reflejar unas ideas laicas liberales que son parte esencial de la sociedad turca y de su educación desde los tiempos de Kemal Atatúrk, el líder que le dio fe y entidad a la nación turca tras la caída definitiva del Imperio Otomano en 1918.

Los nacionalismos están creando dificultades de muy distinto tipo dentro y fuera de Europa, donde se juega la vida de millones de seres humanos y políticas económicas que pueden desbordarse y acabar en otra crisis financiera de alto voltaje.

Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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