Todavía transcurría enero de 2016 cuando la novedad tomó por sorpresa a Gabriela Calafatich y su esposo Fernando Lasserre. Un test de embarazo que había dado positivo motivó la consulta médica de rutina en un sanatorio de la localidad de 30 de Agosto, a 40 kilómetros de Trenque Lauquen.
La ecografía confirmó luego la llegada de un nuevo integrante de la familia, el tercero, que se sumaría a Isidro (11) y Cipriano (9). “Aunque esta noticia llegó aparejada con otra, una noticia inesperada de esas que nunca querría haber recibido”, escribió la mujer en una carta en la que relató su historia.
El día anterior a la cita con el ginecólogo, Gabriela descubrió un bulto en un costado de la mama derecha, cerca de la axila. Si bien se preocupó, no tomó en ese momento conciencia acerca de cuán gravedad podría ser la situación. Empezó a saberlo cuando se lo comentó al doctor y vio la expresión que él puso, una expresión que le quedó grabada en la memoria. “La cara del doctor se transformó para mal”, recuerda en diálogo con Infobae.
Sin perder tiempo, le ordenaron hacer una mamografía y ecografía mamaria. Más tarde una secretaria le alcanzó los resultados, le dio un beso y le dijo “suerte”: “Ahí me di cuenta que mis estudios no habían salido bien”, rememoró. Cuando regresó al consultorio le comunicaron los resultados: cáncer de mama tipo 3 con un embarazo de dos meses. El 3 de marzo, a sus 41 años, Gabriela confirmó su embarazo y se supo de su enfermedad: “Todo el mismo día”, rememoró.
El doctor se sorprendió, ya que el cáncer de mama gestacional no es frecuente. De hecho, las estadísticas del Instituto Nacional del Cáncer reflejan que se presenta en cerca de 1 de cada 3000 mujeres embarazadas. También les comentó acerca de las dificultades que podría padecer el bebé: complicaciones cardíacas, madurativas y otras, que Gabriela -dice- prefirió olvidar.
En ese primer pronóstico, les advirtieron que “no veían viable” llevar adelante el tratamiento y el embarazo sin que quedaran secuelas. La cirugía no representaba el mayor el riesgo sino la posterior terapia. “Con mi marido en ningún momento pensamos nada raro y seguimos adelante”, contó.
La mujer fue derivada a una clínica de La Plata. Los médicos analizaron su cuadro y le plantearon que no podían esperar a que el bebé naciera para empezar el tratamiento
A los tres días, el 6 de marzo, Gabriela cumplió años. Para celebrarlo eligieron salir a almorzar junto con su madre, Fernando y sus hijos. “Fue bastante raro, todo tan fingido”, recordó. Aquel mediodía. Ya todos sabían de la enfermedad y ella trataba de mostrarse entera, positiva. Quería aparentar para el afuera que todo seguía bajo control, pero por dentro “sentía una angustia que me carcomía”.
La mujer fue derivada a la clínica Breast de La Plata. Los médicos analizaron su cuadro y le plantearon que no podían esperar a que el bebé naciera para empezar el tratamiento. Decidieron, en consecuencia, operarla y proceder a la quimioterapia. El 23 de marzo le realizaron una mastectomía parcial (solo un cuadrante) y la escisión de 20 ganglios axilares.
Luego llegaron las sesiones de quimioterapia. Al comienzo fueron cuatro veces cada 21 días, y después semanales. Cada jornada significó un esfuerzo importante: debía salir de su casa a las 3 de la madrugada para llegar al turno de las 8 en La Plata, y luego hacer el camino de regreso. El trajín era desgastador. Mientras tanto, tenía una que continuar con su vida, con la escuela de los chicos, el cuidado del hogar y su trabajo como veterinaria en una empresa agropecuaria, teniendo en el campo dos tambos a cargo.
A Gabriela le avisaron que durante el el proceso se le iba a caer el cabello. Como manera de preparar a su entorno para los cambios físicos que se avecinaban, se le ocurrió una idea: se juntó con sus hijos en el baño de su casa y les propuso que ellos la pelaran del modo que quisieran. “Me hicieron estilos de jugadores de fútbol, me cortaron un poco cada uno hasta que quedé pelada”, contó. Fernando también se rapó para morigerar el impacto.
También le dijeron algo que la preocupó mucho durante todos estos meses: que era una paciente inmunosuprimida. “Si sus hijos se enferman no puede estar cerca de ellos y cuidarlos”, le informaron. “Fue terrible pensar que si ellos me necesitaban yo no iba poder estar a su lado. Tuve la suerte que en todo este proceso nunca nadie enfermó“, sostuvo aliviada.
El parto se debió adelantar. La cesárea se planificó para los 8 meses de gestación de modo que ella pudiera seguir con el tratamiento
Pasó el tiempo y llegó la esperada fecha del nacimiento. El parto se debió adelantar. La cesárea se planificó para los 8 meses de gestación de modo que ella pudiera seguir con el tratamiento (la segunda parte de la quimioterapia más 36 sesiones de radioterapia).
Finalmente el 8 de septiembre nació Ceferino, en perfectas condiciones y con un peso de 2.850 kilos. Los temores por la salud del niño por fin se disiparon. “Cuando lo supe, es como que renací”, admitió.
Sin embargo, surgieron algunas complicaciones. El recién nacido tuvo que pasar 13 días en neonatología debido a que no se alimentaba correctamente. En esas casi dos semanas a la flamante madre la invadió la culpa: “Estábamos lejos, a 500 kilómetros de casa y pensaba que si yo no hubiera enfermado, él no tendría que haberse quedado ahí”.
Al cabo de ese período, el bebé al fin conoció su hogar en 30 de Agosto. Hoy, Ceferino tiene 3 años y comenzó el jardín maternal. “Es un niño feliz, inquieto simpático, divertido, lleno de vida”, lo describe su mamá.
Gabriela, por su parte, terminó con la parte “dura” del tratamiento, que actualmente es solo vía oral con los controles cada seis meses. No se queja por lo que tuvo que vivir, sino que sostiene que le tocó a ella “como le pudo tocar a cualquiera”. Y dice que fue una gran lección de vida: “La experiencia me enseñó a mirar de otro modo el futuro y a dar apoyo a personas que deban pasar por procesos semejantes”.
En ese sentido, en octubre del año pasado, mandó a hacer unas remeras con el eslogan “cáncer con vida” y con sus tres hijos se presentaron a algunas maratones con la motivación de difundir un mensaje de esperanza. “Las situaciones y sentimientos son inacabables, pero quiero reflejar un poco de lo vivido”, cerró.
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